domingo, 15 de abril de 2018

El regreso de una cazadora

La cazadora busca a su presa, la observa desde lejos, la acecha y la cerca, la engaña con reclamos que la seducen y, cuando la presa se confía, ataca sin piedad y la hace suya. La presa sucumbe ante la imposibilidad de huir y entrega su rendición a la cazadora, admitiendo así que ha sido vencida. Y la presa eres tú.

Me miraste el otro día como no lo habías hecho antes, y eso que ya hace tiempo que nos conocemos; me hablaste de una manera que nunca habías usado para dirigirte a mí, y no fuiste consciente del peligro que corrías al hacerlo, porque, de esa manera, despertaste de su letargo a mi alma de cazadora que dormía tranquila en un rincón escondido de mi pecho que, desde entonces, no encuentra sosiego. No fuiste consciente del peligro, de lo que supone ofrecerse así a una mujer, inofensiva, dulce y tímida en apariencia, pero que guarda un oscuro secreto en su interior. Sí, sé que sucumbiste, como un Ulises cualquiera, a mis cantos de sirena. Tú que te creías conocedor de los misterios ancestrales que guarda cualquier melodía, quedaste atrapado en mi voz. Te has puesto en peligro, te has expuesto a mí y pagarás las consecuencias.

No, no uso flechas para llegar hasta tu corazón, no uso balas que te puedan dañar. Mis armas son más sutiles pero más mortíferas.



jueves, 5 de octubre de 2017

¿Dónde están los sumisos?

Desde que, hace dos años, decidiera explorar el campo poliamoroso como mujer dominante, llevo buscando al sumiso ideal que sea equiparable, o al menos se acerque, a mi esclavo, mi amor, con quien comparto mi vida.

Las estadísticas están a mi favor. De la gente que practicamos BDSM, el 90% de las mujeres son sumisas y solo el 10% somos dominantes. En cuanto a hombres, la proporción está más equiparada; vamos, fifty fifty, como suele decirse; así que, echando cuentas y, según leí en algún foro que mi cerebro ha olvidado a pesar de haber guardado la información, las mujeres dominantes cabemos, más o menos, a cuatro sumisos por cabeza. ¡Estupendo!

Pues no, oiga. O soy muy exigente o hay mucha cizaña entre el trigo, porque, tras todo este tiempo de búsqueda, ya he tirado la toalla.

He encontrado al típico vainilla voluntarioso al que le da un morbazo impresionante ser dominado pero está perdido. Y yo me ocuparía de él, de verdad, si tuviera el tiempo disponible suficiente. Iniciar a un vainilla conlleva un trabajo extra que, para mi desgracia, no me puedo permitir. Y lo he intentado, que conste.

También tenemos al baboso que te dice todo lo que quieres escuchar pero que se raja ante la primera orden, que no tiene más tema de conversación que el BDSM y ni siquiera llegas a vislumbrar cuáles son sus aficiones o en qué trabaja. De verdad, no son mala gente pero no son sumisos; son pajilleros morbosos.

Otro grupo son los falsos sumisos. De estos te encuentras tantos que podrías organizar un harem masculino, claro que tú serías la esclava de todos ellos, porque lo úncio que buscan es satisfacer sus propias fantasías y no se entregan, sino que exigen al Ama ser sometidos. Para eso existen un tipo de Amas, las Dominatrices, que por un módico precio te hacen lo que les ordenes.

Sé que existen sumisos auténticos, pero la mayoría viven asfixiados en la mazmorra, con una novia, una mujer, hijos, y son incapaces de echar cara y decirle al amor de su vida que lo que más desean es ser sometidos por ellas. Tienen miedo a perderlas y yo los entiendo y los respeto, pero siento mucho decir que no soy capaz de poner los cuernos a otra mujer, no si ella no lo sabe; así que, a pesar de haberme encontrado con algún espécimen digno de haber sido dominado, no me he visto con fuerzas de romper mis propios límites. No existe el consenso si una de las partes implicadas no sabe nada.

Así que, tras tanto buscar, decido renunciar a mi búsqueda. ¿Dónde os escondéis, sumisos míos? No los quiero guapos, ni con dinero, solo los quiero libres y obedientes. ¿Es tanto pedir?


Pero, por eso que dicen de que las cosas aparecen cuando no se buscan, un día cualquiera me encuentro con un "hola" en mi cuenta de Skype. Su nombre no lo reconozco. ¿Quién coño es este tío? Eso es lo primero que me pregunto, así que, ni corta ni perezosa, se lo pregunto: "Hola, ¿quién eres? Te tengo entre ms contactos pero ahora no recuerdo XD", a lo que el responde: "Jajajaja por eso te he hablado. A mi me ha pasado lo mismo". Joder, pues sí que estamos bien, es lo primero que se me ocurre. "Jajajajajajaja, pues nos quedaremos con la incógnita", le suelto. "Jajajajaja o no. Yo soy sumiso". Y yo lo flipo en colores. "Y yo Ama. Ya va cuadrando".

Y así empezó mi último descubrimiento por accidente. ¿Será buen sumiso? Pues ya os contaré, porque como sea el idóneo, y si no es un límite para él, me dedicaré a iros contando su adiestramiento, sus progresos y las experiencias reseñables como logros o superación de los límites que sean negociables, aunque pocos me ha puesto, cosa que me da mucho juego, la verdad, y, a la vez, mucha responsabilidad, porque tendré que ser yo misma quien los descubra, y no es nada fácil. Este es el momento de echarse a temblar o de agarrar la fusta con decisión y comerse el mundo. Y yo soy de las que siente como las primeras pero actúa como las segundas. ¿Quién dijo miedo?

miércoles, 4 de enero de 2017

Sobre Amas, amas financieras y dominatrices

Una vez me preguntaron cuánto cobraba. Sé que el pobre hombre lo hizo sin intención pero, si lo hubiera tenido al lado y no en internet, le habría cruzado la cara de un revés y le habría dicho que invita la casa.
Me temo que hay mucha desinformación al respecto y el hecho de que existan cada vez más dominadoras financieras por las redes me ha movido a abrir esta entrada con la principal intención de diferenciar las tres clases de mujeres dominantes que nos podemos encontrar.
Yo soy Ama, por vocación, porque me gusta, porque lo llevo en los genes y punto. En mi caso, no soy estrictamente monógama pero sí muy exigente con la elección de sumiso, por lo que a día de hoy, salvo mi marido que vive conmigo en una relación 24/7, solo ha habido una persona que ha dado el perfil y con quien tuve una relación a distancia de Dominación/sumisión (en adelante D/s) durante 8 meses. No hubo intercambio monetario, ni regalitos ni otro tributo que no fuera su total entrega a mí. Soy de las que considera que la voluntad es suficiente pago, tanto que incluso considero que, cuando un sumiso es obediente, soy yo quien le hace regalos (tampoco de tipo punible, sino fotos, premiarle acabando con su castidad, permitiendo que haga algo que no le suelo dejar hacer, cosas asi). En contrapartida, si no me satisface su comportamiento, tiene que pagar su error con castigos. No habría dinero en el mundo para sobornarme. Esa es, en resumen, mi filosofía.
Otra clase de mujeres dominantes son las dominatrices, profesionales del BDSM con sus tarifas fijas a la vista de cualquier cliente que quiera usar sus servicios. Se pueden comparar con prostitutas, con la diferencia de que, la mayoría, no se dejan penetrar. Si son expertas, te harán gozar y tendrás una sesión inolvidable, aunque algunos usuarios se sienten como en una función de teatro porque, en realidad, no suele ser una verdadera relación D/s; no obstante otros se sienten satisfechos con ellas. Cada cual tiene sus gustos y también depende mucho de lo buena profesional que uno se encuentre, claro.
Luego existe un tipo que anda a caballo entre una y otra opción: las llamadas dominantes financieras, #FinDom como suelen etiquetarse en las redes sociales. Su modo de proceder es como el de un Ama convencional con la diferencia de que, además de las duras pruebas que nosotras les hacemos pasar a nuestros sumisos, ellas miden su veneración en los ceros de la transferencia que reciben de sus sumisos. ¿Por qué lo hacen? Algunas imagino que lo harán por ganar dinero al igual que las dominatrices, pero imagino que a otras les provocará placer el hecho de exprimir la cuenta corriente de sus perros.
¿Cuál es la verdadera Ama? Esa es una pregunta a la que no puedo contestar. Yo pienso que mi filosofía es la correcta, la dominatriz dirá que de algo hay que vivir y el Ama financiera argumentará que, si un hombre está dispuesto a pagar para conseguir una mujer que lo someta, por qué no aprovechar la ocasión. Al fin y al cabo, el BDSM es, ante todo, sexo alternativo, ¿por qué no respetar las alternativas? Eso sí, siempre con honestidad y sin engaños. ¡Y a disfrutar se ha dicho!


viernes, 9 de diciembre de 2016

Esa zona entre el todo y la nada donde debe moverse un sumiso

Para empezar, quiero hacer una distinción entre las dos clases de sumiso que han aparecido a lo largo de mi recorrido por el FemDom: una sería el esposo abnegado y enamorado de su mujer hasta las máximas consecuencias, en las que cabe la adoración y la entrega total de su voluntad; el otro sería el sumiso externo a la pareja oficial (aunque también lo considero una forma de pareja peculiar). Yo siempre digo que a uno se le debe felicitar el 14 de febrero y al otro el 24 de julio.
Como el tema que quiero tratar se refiere a una relación D/s pura, me centraré en el segundo tipo, así que olvidemos para este caso al marido obediente y complaciente. Esto solo pretende ser mi particular forma de ver el tema y no una verdad absoluta, pues cada persona tiene su propio modo de vivir el BDSM.
Antes de tratar de lleno el tema, aclarar que mi enfoque se refiere a una relación con miras a perdurar en el tiempo y no a un tipo de relación esporádica o intermitente. Y aclarado eso, decir cómo es para mí la relación D/s perfecta:

Photo credit: dualdflipflop via Foter.com / CC BY
 
El sumiso debe moverse entre dos fronteras: jamás debe traspasar al otro lado y desarrollar sentimientos amorosos de tipo posesivo por su Ama, pero tampoco debe frenar tanto su alma y su voluntad para que esto no ocurra y desembocar en una relación fría y teatral donde la entrega no sea total y se limite a una simple y burda escenificación.
El sumiso debe adorar a su Ama por encima de todas las mujeres y debe darse por completo a ella, exceptuando los límites previamente establecidos, los cuales el Ama debe ir ayudando a superar poco a poco a no ser que estos sean infranqueables (un sumiso puede tener miedo a una penetración anal y su Ama debe trabajarse su confianza hasta que el sumiso pierda el miedo a esa práctica, aunque si este se reconoce como heterosexual de forma indiscutible, jamás se debería doblegar ese límite introduciendo a un hombre en la sesión que lo penetrara, para eso existe esa maravillosa herramienta llamada strap on que nos da tanto poder). Por otro lado, el sumiso debe ser un amigo de su Ama en los momentos en que no se está sesionando, porque la amistad y la total entrega no tienen por qué estar reñidos; es más, por medio de la amistad, el Ama puede ganarse con más facilidad la confianza de su sumiso y conseguir así una vía de comunicación continua y una verdadera entrega, real y absoluta, incluso en los momentos en que no hay excitación.
El sumiso debe pensar en su Ama durante todo el día incluso si ella no se pone en contacto con él, porque incluso sin su presencia (real o en la distancia), su voluntad, su pensamiento y toda su sexualidad sigue siendo de ella. El sumiso debe sentirse atado a su Ama por un fuerte vínculo y, a la vez, sentirse libre de escapar de él en el momento que quiera; es decir, él le entrega su cuerpo y su mente porque él lo desea, no porque su Ama lo manipule psicológicamente, lo chantajee o merme su personalidad y su autoestima. Todo lo contrario: un Ama debe cuidar de la estima de su sumiso, hacerla crecer, fortalecerla y hacerlo sentir libremente atado a ella. Esa es la verdadera posesión, lo demás cae dentro del maltrato y no es ni sano, ni seguro y mucho menos consensuado.
El Ama debe procurar que, en los momentos en que el sumiso ha llegado al punto álgido de la relación y ha debido poner todo su empeño (ya sea de forma consciente o inconsciente) por no traspasar la frontera infranqueable del sentimiento amoroso posesivo, no se aleje demasiado, pues todos sabemos que la voluntad humana tiende a huir del peligro y al sumiso le costará subir de nuevo hasta el lugar en que la adoración y el amor se rozan y juguetean, que es el punto ideal. El sumiso puede llegar a enamorarse de su Ama; no obstante, debe saber distinguir entre el amor incondicional que se da sin esperar nada a cambio y el amor que anhela poseer a la otra persona. No hay ni qué decir que si el sumiso llegara a desarrollar este tipo de sentimiento peligroso y tóxico (no solo en el BDSM sino en cualquier relación hombre/mujer), con mucha probabilidad, la relación se iría a pique. Una auténtica mujer Dominante debe tenerse en alta estima y sería contradictorio que ella se dejara llevar por esa clase de sentimiento nocivo.
¿Es fácil conseguir ese punto? Realmente no. Esta es una de las mayores dificultades que tiene el FemDom. Son muchos siglos de clichés sociales, de roles en que la mujer siempre se consideraba inferior al hombre y estos son difíciles de eliminar incluso de la mente femenina. Es muy difícil, es un trabajo diario para mantener al sumiso en estado de veneración hacia su Ama sin que la relación se enfríe y sin dejar que se crea el dueño de la situación. Y es eso lo que realmente agota y frustra en los momentos en que no se consigue. El arduo trabajo de una Dom consiste en que el raciocinio del sum no se cierre tanto como para que su alma se enfríe más de la cuenta y la relación se malogre, porque si hay una cosa clara es que, si el sumiso no es capaz de adorar a su Ama en la forma en que Ella lo necesita, el Ama acaba perdiendo el interés por ese sumiso y buscando entre los cientos de candidatos que se tiran a los pies de una. ¿Será por candidatos? Eso sí, encontrar a la persona ideal, al sumiso auténtico, al que se toma en serio la entrega total a una mujer en la que confía ciegamente... Eso no es tan fácil de encontrar. De hecho, llevo meses y meses indagando y ya, a estas alturas, pienso que es como buscar una aguja en un pajar.
Pero que conste que yo nunca me rindo.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Acabando con los tópicos sobre el BDSM

¿Qué visión tienes del BDSM? Algunas veces, desde mi secreta identidad vainilla, indago en las creencias que la gente tiene sobre nuestras prácticas y no puedo sino asombrarme ante el desconocimiento que, aún a día de hoy, tiene la sociedad sobre el tema, sobre nosotros y nuestra peculiar manera de sentir el sexo y el amor; así que he decidido acabar con los mitos que estoy harta de escuchar para intentar derribar los prejuicios que recaen sobre nosotros. Paso a enumerar algunos de ellos, porque intentar acabar con todos sería una tarea poco menos que imposible:

1. La gente que practica BDSM padece una psicopatía o ha sufrido algún trauma importante en su vida
Al igual que pasó en su día con la homosexualidad, el BDSM ha sido catalogado durante mucho tiempo como enfermedad mental y ha sido incluido en el famoso DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders en inglés o Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) con el calificativo de parafilia, hasta su última edición, el DSM V, donde se rectificó para aclarar que el sadismo, el masoquismo y demás supuestos trastornos que engloban al sexo alternativo en general y al BDSM en particular, solo se consideran patológicos si estos se desarrollan fuera del consenso. Es decir, no es lo mismo que un Ama sádica sexual disfrute del placer de su sumiso que una sádica patológica se ensañe haciendo daño intencionado a una persona retenida y maltratada contra su voluntad que claramente está sufriendo por la tortura. No es lo mismo que la persona dominante someta a la persona que entrega por propia decisión la voluntad a su Ama a que una persona maltratadora erosione la autoestima de su víctima hasta moldearla a su antojo aprovechando los puntos débiles y atacando hasta destruir su personalidad.


2. El BDSM es para quien le guste sufrir
Sufrir precisamente no es lo que hace un practicante de cualquiera de las disciplinas que engloba el BDSM. La persona sumisa es feliz y se siente orgullosa y protegida por la persona dominante, experimenta el placer de servir a su dueña o dueño y esta o este se desvive por proporcionar placer a quien le sirve. Una mujer sumisa en manos de un buen Amo, acabará la sesión tras una multitud de orgasmos producidos de las maneras más inimaginables en manos de un experto, al igual que un hombre sumiso será capaz de salir de la sesión eufórico, pletórico, y eso contando con que, en la mayoría de las ocasiones, no llegará a penetrar a su Ama.

3. El BDSM es una forma fácil de conseguir sexo
Muchos hombres entran a diario a plataformas o chats de gente que practica BDSM con la absurda esperanza de conseguir una cita y tener un encuentro de sexo esporádico. Mal vamos por ahí, porque, a no ser que alguna pobre novata recién iniciada caiga en la trampa, ni Ama ni sumisa se prestará al juego.
La sumisa busca a un Amo auténtico que la trate con respeto en la vida y como una auténtica puta en la cama; no obstante, para llegar a la cama, antes debe conquistarla, y no es tarea fácil. Ninguna mujer que se precie, por muy sumisa que sea, entrega su voluntad al primer idiota que la saluda por un chat.
Si, por el contrario, el hombre que busca sexo fácil decide entablar conversación con un Ama, es muy posible, de hecho es bastante frecuente, que esta lo ignore y ni siquiera responda a su mensaje. Si el buscador de sexo fácil en cuestión ha tenido la gran suerte de que esta le conteste ( y no le pida dinero por su tiempo, cosa muy normal porque entre nosotras también merodean las dominatrices de pago), deberá pasar muy duras pruebas antes de poder siquiera verla por la cam (y cuando me refiero a duras pruebas no me refiero a un simple interrogatorio, sino a un periodo más o menos largo que puede durar días, semanas o incluso meses). Si lo que se pretende es llevarla a la cama para tener sexo con ella, ni por asomo puede contar con que se deje penetrar. Ese es un premio demasiado alto al que muy pocos tienen derecho.

4. Las personas que practican BDSM son promiscuas
Como en el sexo vainilla, las personas pueden ser promiscuas o monógamas, no por el simple hecho de practicar un sexo alternativo tienes por fuerza que ser una persona que se tire a todo lo que se mueva. El BDSM lo único que hace es no ser falso y no avergonzarse del poliamor, que no es sinónimo de promiscuidad. Es relativamente frecuente que un Ama tenga más de un sumiso, pero no tiene que cambiar de sumiso como se cambia de ropa, sino que puede, perfectamente, tener una relación estable con dos hombres. También puede darse el caso de que ambos practicantes sean monógamos, incluso que estén casados y mantengan su secreto entre las paredes que delimitan su lecho conyugal.

5. El BDSM es una práctica para la gente a la que le gusta el sadomasoquismo
Pues no, tampoco es verdad. El sadomasoquismo solo es una disciplina más. Decir eso sería como afirmar que todos los médicos son cirujanos. Hay muchos practicantes de BDSM a quienes les divierten más los juegos psicológicos de humillación, control, obediencia, y hay más gente de la que se piensa a la que no le gusta demasiado el dolor extremo. Una cosa son unos azotitos en un momento de pasión, un fustazo en algún sitio estratégico cuando la excitación mata la sensación dolorosa y otra cosa es disfrutar de las sensaciones que provoca el dolor real, cómo el cuerpo va segregando hormonas para aplacar el sufrimiento hasta transportar la mente a ese mundo paralelo conocido como subspace. No todo el mundo es capaz de castigar hasta ese extremo sin dañar y no todo el mundo es capaz de soportar el castigo, pero sí que es verdad que quien se atreve a llegar a ese nivel, tanto en el papel dominante como sumiso, debe experimentar un placer sublime.

6. Las Amas son feministas radicales que odian a los hombres y aprovechan su rol para resarcirse
No digo que no haya alguna así, pero, desde luego, no es la tónica general. Nadie dedica gran parte de su tiempo a una persona por la que siente desprecio. Las Amas no solo nos dedicamos a castigar, sino que nos volcamos en proteger a esos hombres que nos entregan su confianza y su voluntad sin reservas, porque sin esa protección y esos pequeños premios, la fuente de su confianza se agotaría y nosotras perderíamos nuestro poder frente a ellos. ¿Cómo odiar a alguien que te venera como si en el mundo no existiera nada ni nadie más importante que tú? Un Ama nunca debe olvidar que es el sumiso quien la convierte en Diosa. Sin ellos no seríamos más que mujeres vulgares y corrientes.

Podría seguir y seguir hasta el infinito. ¿Tienes más sugerencias? No te cortes y comenta, sugiere nuevas dudas que yo estaré encantada de resolverlas, o de intentarlo al menos, porque aunque diosa, antes está ser humilde y reconocer que nadie tiene la verdad absoluta, pero ten por seguro que pondré todo mi empeño en resolver lo que me propongas y responder sin pelos en la lengua.
¿Qué? ¿Te atreves con el BDSM? ¿Te animas a tirar de las riendas o a dejarte llevar? ¡Vamos! ¿Quién dijo miedo?

jueves, 23 de junio de 2016

Un poquito de mí


No. No soy una Ama fría como el hielo, soy cálida como un abrazo. No odio a los hombres, son ellos los que me hacen Diosa. No soy una bruja amargada, soy risueña y vivo feliz. No soy una feminista radical, no creo en su existencia; no soy una soltera cabreada con el mundo, soy una mujer que cree en la plena igualdad de sexos, felizmente casada con su esclavo y madre de varios hijos. No soy de hierro, mi corazón late bajo mi catsuit.
¿Cómo empecé en el mundo del FemDom? Imagino que la cosa me viene de nacimiento. Siempre fui una niña rebelde a la que sus padres nunca pudieron hacer frente, una muchacha que en su despertar sexual descubrió el propio placer de forma no convencional, una esposa y madre precoz, una especie de ninfómana monógama que se encerraba en el cuarto de baño y alargaba la ducha más de lo necesario buscando el placer que complementara su desmedida libido, una mujer que, al madurar por completo, rompió la jaula de oro en la que su primer marido la había encerrado y se comió el mundo. Pero no, no me traumatizó el matrimonio; volví a probar, esta vez con éxito, cuando encontré a un alma tan perversa como la mía, a alguien que con su amor y su comprensión me salvó de la empalagosa y predecible vainilla para viajar conmigo al otro lado, al oscuro mundo del BDSM.
Comencé como sumisa, sería debido a mi gusto por buscar el placer más intenso en esa frontera donde se acerca al dolor y en ese momento no se me ocurrió que pudieran existir (como de hecho existen, digo, existimos) Dominantes con tendencias masoquistas. No obstante, muy pronto supe que ese no era mi lugar y, decepcionada por una experiencia casi traumática, volví a una especie de intercambio de roles más propio del sexo vainilla pero con esos toques perversos que siempre me han caracterizado.
¿Cuándo me convertí en AmaLáctea? Mi propia literatura fue la culpable de despertarla. Una novela creada por mí misma se apoderó de mi parte inconsciente y rebuscó dentro de mí hasta expulsar a mis fantasmas, hasta encontrar mi verdadero Yo, a la Ama, a la Diosa. Mi marido se dio a mí, me entregó su voluntad sin reservas y desde ese momento me convirtió en lo que soy: una deidad todopoderosa, poliamorosa (que no promiscua), amada y venerada.
Pero no nos engañemos. Si buscas en mí a una amiga la tendrás, si buscas a una mentora, aquí estoy, si buscas sexo fácil es que no sabes en realidad qué es el FemDom, porque ni tendrás sexo ni lo tendrás fácil. Y por supuesto, no sueñes con penetrar a esta Diosa pues, si no sigues sus reglas, será más fácil que ella te penetre a ti.
Cal y arena. Yin y yang. Ternura y castigo. Placer y dolor. Así soy yo: perversa pero inaccesible, dulce pero cruel.