Para
empezar, quiero hacer una distinción entre las dos clases de sumiso que
han aparecido a lo largo de mi recorrido por el FemDom: una sería el
esposo abnegado y enamorado de su mujer hasta las máximas consecuencias,
en las que cabe la adoración y la entrega total de su voluntad; el otro
sería el sumiso externo a la pareja oficial (aunque también lo
considero una forma de pareja peculiar). Yo siempre digo que a uno se le
debe felicitar el 14 de febrero y al otro el 24 de julio.
Como
el tema que quiero tratar se refiere a una relación D/s pura, me
centraré en el segundo tipo, así que olvidemos para este caso al marido
obediente y complaciente. Esto solo pretende ser mi particular forma de
ver el tema y no una verdad absoluta, pues cada persona tiene su propio
modo de vivir el BDSM.
Antes
de tratar de lleno el tema, aclarar que mi enfoque se refiere a una
relación con miras a perdurar en el tiempo y no a un tipo de relación
esporádica o intermitente. Y aclarado eso, decir cómo es para mí la
relación D/s perfecta:
El
sumiso debe moverse entre dos fronteras: jamás debe traspasar al otro
lado y desarrollar sentimientos amorosos de tipo posesivo por su Ama,
pero tampoco debe frenar tanto su alma y su voluntad para que esto no
ocurra y desembocar en una relación fría y teatral donde la entrega no
sea total y se limite a una simple y burda escenificación.
El
sumiso debe adorar a su Ama por encima de todas las mujeres y debe
darse por completo a ella, exceptuando los límites previamente
establecidos, los cuales el Ama debe ir ayudando a superar poco a poco a
no ser que estos sean infranqueables (un sumiso puede tener miedo a una
penetración anal y su Ama debe trabajarse su confianza hasta que el
sumiso pierda el miedo a esa práctica, aunque si este se reconoce como
heterosexual de forma indiscutible, jamás se debería doblegar ese límite
introduciendo a un hombre en la sesión que lo penetrara, para eso
existe esa maravillosa herramienta llamada strap on que nos da tanto
poder). Por otro lado, el sumiso debe ser un amigo de su Ama en los
momentos en que no se está sesionando, porque la amistad y la total
entrega no tienen por qué estar reñidos; es más, por medio de la
amistad, el Ama puede ganarse con más facilidad la confianza de su
sumiso y conseguir así una vía de comunicación continua y una verdadera
entrega, real y absoluta, incluso en los momentos en que no hay
excitación.
El
sumiso debe pensar en su Ama durante todo el día incluso si ella no se
pone en contacto con él, porque incluso sin su presencia (real o en la
distancia), su voluntad, su pensamiento y toda su sexualidad sigue
siendo de ella. El sumiso debe sentirse atado a su Ama por un fuerte
vínculo y, a la vez, sentirse libre de escapar de él en el momento que
quiera; es decir, él le entrega su cuerpo y su mente porque él lo desea,
no porque su Ama lo manipule psicológicamente, lo chantajee o merme su
personalidad y su autoestima. Todo lo contrario: un Ama debe cuidar de
la estima de su sumiso, hacerla crecer, fortalecerla y hacerlo sentir
libremente atado a ella. Esa es la verdadera posesión, lo demás cae
dentro del maltrato y no es ni sano, ni seguro y mucho menos
consensuado.
El
Ama debe procurar que, en los momentos en que el sumiso ha llegado al
punto álgido de la relación y ha debido poner todo su empeño (ya sea de
forma consciente o inconsciente) por no traspasar la frontera
infranqueable del sentimiento amoroso posesivo, no se aleje demasiado,
pues todos sabemos que la voluntad humana tiende a huir del peligro y al
sumiso le costará subir de nuevo hasta el lugar en que la adoración y
el amor se rozan y juguetean, que es el punto ideal. El sumiso puede
llegar a enamorarse de su Ama; no obstante, debe saber distinguir entre
el amor incondicional que se da sin esperar nada a cambio y el amor que
anhela poseer a la otra persona. No hay ni qué decir que si el sumiso
llegara a desarrollar este tipo de sentimiento peligroso y tóxico (no
solo en el BDSM sino en cualquier relación hombre/mujer), con mucha
probabilidad, la relación se iría a pique. Una auténtica mujer Dominante
debe tenerse en alta estima y sería contradictorio que ella se dejara
llevar por esa clase de sentimiento nocivo.
¿Es
fácil conseguir ese punto? Realmente no. Esta es una de las mayores
dificultades que tiene el FemDom. Son muchos siglos de clichés sociales,
de roles en que la mujer siempre se consideraba inferior al hombre y
estos son difíciles de eliminar incluso de la mente femenina. Es muy
difícil, es un trabajo diario para mantener al sumiso en estado de
veneración hacia su Ama sin que la relación se enfríe y sin dejar que se
crea el dueño de la situación. Y es eso lo que realmente agota y
frustra en los momentos en que no se consigue. El arduo trabajo de una
Dom consiste en que el raciocinio del sum no se cierre tanto como para
que su alma se enfríe más de la cuenta y la relación se malogre, porque
si hay una cosa clara es que, si el sumiso no es capaz de adorar a su
Ama en la forma en que Ella lo necesita, el Ama acaba perdiendo el
interés por ese sumiso y buscando entre los cientos de candidatos que se
tiran a los pies de una. ¿Será por candidatos? Eso sí, encontrar a la
persona ideal, al sumiso auténtico, al que se toma en serio la entrega
total a una mujer en la que confía ciegamente... Eso no es tan fácil de
encontrar. De hecho, llevo meses y meses indagando y ya, a estas
alturas, pienso que es como buscar una aguja en un pajar.
Pero que conste que yo nunca me rindo.